Ruta con lo mejor que ver en Irak - El rincón de Sele (2024)

Pedacitos de Historia, de lo que fuimos y de lo que somos, brotan de la mítica tierra entre dos ríos. Viajar a Irak permite surcar casi a solas las arenas del tiempo y acariciar con la yema de los dedos los primeros hitos de la Antigüedad. De sus llanuras y ruinas ancestrales resuenan todavía los susurros de la gran Mesopotamia. Una aventura que representa un viaje al corazón mismo de la civilización, donde los vestigios de un pasado glorioso y origen de todo lo imaginable, se entrelazan con las cicatrices de las últimas décadas donde este destino del Medio Oriente quedó marcado por la barbarie. Leyendo sobre el país, da la sensación de que pesaran más cuarenta años que seis milenios, pero no cabe duda de que desde la Sumeria del cuarto milenio antes de Cristo hasta la batalla de Mosul de 2017 existen tantas huellas, lugares, aristas e instantes que parece complicado asimilar lo que uno tiene delante.

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Un viaje a Irak garantiza subirse a la máquina del tiempo y saltar entre periodos históricos muy diversos. Pero, además, sentir la profunda fe de un pueblo de arraigadas costumbres y observar su necesidad de pasar página y mirar al futuro, aunque sin olvidar ni un sólo capítulo de sus muchos avatares. Y, también, dejarse llevar por la hospitalidad sincera de este pueblo que no ha cesado de levantarse cada vez que ha hecho falta para descubrir juntos lo mucho que todavía el país tiene para ofrecer. Recientemente tuve la oportunidad y la suerte de rendir una visita al reino donde confluyen el Tigris y el Éufrates y recibir el impacto de sus valiosos dones. Razón por la cual me gustaría compartir la hoja de ruta y deslizar una serie de pistas sobre esos lugares esenciales que ver en Irak, los cuales, justifican poder volver a esa parte del mundo donde empezó nada menos que la Historia.

Irak entre dioses, tumbas, sabios… y un doloroso pasado

Escribiría el periodista y divulgador alemán C.W. Ceram, una auténtica fábrica emocional de varias generaciones de arqueólogos y aficionados a la Historia de la Antigüedad bajo una obra literaria imprescindible como es «Dioses, tumbas y sabios» que «ninguna ciencia es más aventurera que la arqueología, si la aventura se piensa como una mezcla de espíritu y hechos».
Una referencia del autor germano no sólo a los viajes emocionantes o peligrosos que a menudo se requieren con el objeto de ejercer esta noble labor humanística, sino, sobre todo, a cómo resulta imprescindible una disposición mental valiente y curiosa de cara a enfrentarse a lo desconocido. Para el propio Ceram, explorar lugares remotos y descifrar los secretos del pasado no requiere únicamente un compromiso con la investigación meticulosa y la interpretación de evidencias concretas. Más bien de coraje y determinación. Valores no discutidos en personalidades célebres como Sir Leonard Wooley, descubridor de las tumbas reales de Ur, Robert Koldewey como principal artífice de las excavaciones de Babilonia, Paul-Émile Botta sacando a relucir Nínive al mundo o el británico Henry Layard llevando a cabo el el hallazgo de las miles de tablillas en la que fuera la biblioteca de Asurbanipal en la propia Nínive.

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Así fue, leyendo a Ceram, como encontré el momento de dar el paso y vislumbrar con mis propios ojos aquellas ciudades de barro antediluvianas. O, al menos, lo que quedaba de ellas. Sin olvidar, por supuesto, esa predilección casi enfermiza por los países de Oriente Medio, los cuales atesoran muchos de los ingredientes que alimentaron mis ganas de viajar desde que tengo uso de razón. De ahí que, a sabiendas de que la situación en el país era más «estable» y se estaban estableciendo corredores seguros para un incipiente desarrollo turístico. O que, a partir de la visita del Papa Francisco a Mosul en 2021, se simplificaron al máximo los visados a Irak a ciudadanos europeos, pensé que era idóneo plantear una visita al país dentro de los viajes de autor que estoy llevando a cabo en los últimos años y emprender una prospección con un pequeño grupo de viajeros y viajeras dispuestas a vivir por primera vez un destino que vuelve a resurgir de sus cenizas. Algo que lleva haciendo el país una y otra vez a lo largo miles de años. Porque, si el Ave Fénix fuera un territorio, no tengo duda alguna de que la República de Irak encarnaría esa figura legendaria que siempre se alza cuando todos lo dan por finiquitada.

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Muy pocos países, muy pocos, han padecido en las últimas cuatro décadas lo que lleva Irak encima. Nada más aterrizar Saddam Hussein en la presidencia del gobierno iraquí, se inició una guerra con el vecino, Irán, entre 1980 y 1988, que no cumplió ni una solo de los objetivos de ambas repúblicas antes de la contienda. Pero que dejó más de un millón de muertos, un gran número de desplazados, destrucción y el uso constatado de armas químicas contra iraníes y kurdos. En 1991, tras haber invadido Kuwait, se vivió la conocida como Guerra del Golfo, donde pudimos ver la primera guerra televisada a todo color pero, tras la cual, Saddam continuó liderando el país. En 2003 daría lugar a la invasión definitiva de Estados Unidos y las fuerzas aliadas para derrocar el régimen y «proteger al mundo» (entiéndanse las comillas) de supuestas armas de destrucción masiva que jamás fueron halladas. El todopoderoso líder iraquí y buena parte de su séquito fueron eliminados de la ecuación (el propio Saddam Hussein acabó colgado en la horca tras ser juzgado en su país) y las tropas norteamericanas no abandonaron el territorio hasta 2011, dejando un país destrozado, una crisis humanitaria sin precedentes y el caldo del cultivo para la aparición de movimientos insurgentes y el terrorismo islámico más radical.

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El autoproclamado Estado Islámico o Daesh se hizo con una porción importante del área noroeste del país, estableciendo a Mosul como capital de su infierno en 2014. Harían falta tres años para desalojar a la podredumbre moral en una batalla en la que perecieron decenas de miles de personas. Ciudades arqueológicas como Nínive o Nimrud se perdieron para siempre, pero más tristes fueron las vidas que se quedaron en el camino así como las vivencias narradas por los propios supervivientes. En estos últimos años el país vive un proceso de optimista reconstrucción y de mirar adelante nuevamente, como siempre ha hecho, desde tiempos de Gilgamesh, donde los dioses descendían las escaleras de los inmensos zigurats y el territorio resurgía bajo nuevos imperios y civilizaciones. Sumerios, acadios, amoritas, asirios, caldeos, seléucidas, griegos, persas, partos, romanos, árabes, turcomanos, otomanos y un larguísimo etcétera dejaron su impronta en Irak. Casi nada, ¿verdad? Un destino impactante como pocos y que puedo asegurar que no decepciona en absoluto. Todo el peso de la Historia queda bajo tus pies.

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Bajo el estandarte de X-Plore, la agencia con la que que colaboro en este tipo de locuras viajeras y en compañía de mi admiradísimo Francesc Bailón, renombrado antropólogo, nos pusimos en marcha para liderar un viaje de prospección en el cual trabajamos en el diseño del que, a nuestro juicio, era el mejor viaje a Irak que podíamos llevar a cabo. Juntamos un equipo excelente de expedicionarios venidos de distintas partes de España y seguimos un recorrido de lo más variopinto para conjugar el verbo viajar en un país que ha supuesto en impacto, un antes y un después en nuestros perfiles. Y que, de hecho, nos ha marcado ya para siempre.

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¿QUÉ VER EN IRAK? Hoja de ruta de un viaje a la tierra de los dos ríos

He seleccionado una serie de escenarios que formaron parte de nuestro viaje a Irak. Aparecen los sitios más importantes acompañados de una breve descripción de los mismos y sujetos bajo el orden estricto en que nosotros los pudimos visitar. Todos ellos realizados en un viaje de 11 días de duración, entrando por Bagdad y saliendo por Erbil.

Mapa con la ruta del viaje a Irak de 2024: BAGDAD – ÁREA ARQUEOLÓGICA DUR KURIZALGU – ARCO DE CTESIFONTE – RUINAS DE BABILONIA – ZIGURAT DE NABU EN BORSIPPA – KERBALA (mausoleos del Imam Husáin y de Abbás) – PALACIO/FORTALEZA ABASÍ DE UKHAIDIR – NÁYAF (mausoleo del Imam Alí) – CIUDAD ARQUEOLÓGICA DE URUK – GRAN ZIGURAT DE UR Y RESTOS DE LA CIUDAD ARQUEOLÓGICA – NASIRIYA – MARISMAS DEL SUR DE IRAK -(área de Chibayish) – BAGDAD – SAMARRA (Gran Minarete y mezquita de Abu Dulaf) – HATRA – MOSUL – ERBIL – CUEVA DE SHANIDAR – CASCADAS DE GELI ALI BAG Y DE KANI MARAN – CAÑONES DE RAWANDIZ – CASCADAS BEKHAL – SHAQLAWA – ERBIL (Vuelo de regreso y fin del viaje).

Antes de proceder con unos breves comentarios de cada uno de los lugares visitados en nuestro viaje a Irak debo remarcar que dado el proceso de cambio en el país y que muchas áreas se están restaurando o renovando, puede haber sitios que cambien sus horarios, normas de acceso o que permanezcan cerrados por obras sin previo aviso. En nuestro caso, tuvimos varios momentos en los que parecía que no íbamos a poder hacer determinadas visitas, pero finalmente la mayoría de las mismas las llevamos a cabo. Tan sólo se nos escapó una antigua madrasa de Bagdad y poder acceder al monumento a los mártires también en la capital iraquí, teniendo que conformarnos con apreciar las cúpulas turquesas desde la distancia.

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Ahora sí. Aquí va una relación de los sitios que pudimos ver en Irak en el periodo 16 a 27 de abril de 2024:

BAGDAD, CAPITAL Y PUERTA DE IRAK

El punto de entrada más usual y lógico a Irak desde donde pudimos dar nuestros primeros pasos en este país de Oriente Medio. Cuenta con comunicación directa con importantes líneas aéreas vía Estambul, Doha, Dubai, Ammán o El Cairo, entre otros. Desde donde más frecuencias hay es desde Estambul, ya sea con Turkish, Pegasus e Iraqi Airways, en un vuelo que dura algo menos de tres horas.

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¿Qué decir de Bagdad? Sólo pronunciar su nombre o juntar las letras en un teclado me induce no pocas emociones. Imaginad llegar a medianoche, bajo los focos de los nuevos edificios que se están levantando y repasar sus calles y sus bazares, los restos de su pasado medieval y ese caos controlado y medido en atascos, paseantes y verdura fresca en un puesto del mercado. Bagdad, a pesar de que nada tiene que ver con lo que fue, aunque quedan motivos para perderse por sus calles, muestra sus cicatrices con orgullo porque aunque hayan querido eliminarla en bastantes ocasiones, nunca han podido con ella. Sigue siendo auténtica, ese faro de culturas y saberes desde que fuera capital abasí hasta haber convertido su nombre en sinónimo de los males de las últimas guerras del siglo XX y primeras del XXI. Si alguien se pregunta qué queda de Bagdad después de que las hordas mongoles la arrasaran en el siglo XIII, de sucesión de imperios, epidemias, terremotos e inundaciones, así como la consabida invasión estadounidense de 2003, debo decir bajo un cierta esperanza y optimismo que aún sigue siendo una ciudad a la que merece la pena ir. Y que, cómo no, ha vuelto a levantarse de nuevo. Motivos y lugares tiene. Como, por ejemplo:

Museo Nacional de Irak

Fundado en 1926 gracias a la labor entusiasta de la británica Gertude Bell, este museo fue originalmente concebido para preservar y exhibir los tesoros arqueológicos de la antigua Mesopotamia que no habían sido aún expoliados por ingleses, alemanes o franceses. En una región del mundo tan rica en civilizaciones que surgieron hace miles de años como la de los sumerios, acadios, babilonios y asirios, entre otros muchos, parece evidente que la razón de ser de una institución de carácter nacional que cuente con salas repletas de artefactos de inmenso valor desde los cuales poder interpretar estos periodos. A pesar de que en 2003 se produjeron importantes saqueos por parte de civiles, tanto nacionales como estadounidenses, se puede afirmar hoy día que un porcentaje importante de los objetos robados ya han sido devueltos a las vitrinas del museo. Reinaugurado en 2014 como contra a la noticia de los destrozos ocasionados en el Museo de Mosul por parte del ISIS, hoy día continúa con una importante labor de renovación, y da para pasarse no pocas horas deambulando por sus dependencias siguiendo un orden estrictamente cronológico que abarque, al menos, las principales culturas mesopotámicas.

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Desde esculturas y relieves hasta cerámica y tablillas cuneiformes, el Museo de Bagdad ofrece a los visitantes una ventana fascinante al pasado glorioso de Mesopotamia, recordando en todo momento la importancia de preservar y celebrar la riqueza cultural de esta tierra en la que nació la Historia. La dependencia más asombrosa es, sin lugar a dudas, el gran salón de los asirios donde se exponen restos de un gran palacio en Dur Sharrukin (Khorsabad). En dicha sala se pueden observar maravillosos lammasu, esculturas de criaturas cuerpo de un toro o león, las alas de un águila y la cabeza de un ser humano de barba poblada. Estas poderosas e imponentes figuras utilizadas como guardianes protectores contra los espíritus malignos, tan comunes en la iconografía mesopotámica, se colocaban de forma estratégica en los accesos a palacios o edificios importantes. Paredes de ricos relieves y estatuas de gobernantes o deidades completan este hall que por sí solo justificaría la visita al gran Museo Nacional de Irak.

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También conviene detenerse en las primeras tablillas cuneiformes de la época sumeria, los primeros sellos de la Historia, así como en los restos de la famosa puerta de Ishtar y de la avenida de las procesiones de Babilonia que no pudieron llevarse los alemanes liderados por el gran arqueólogo Robert Koldewey. Aún quedan fragmentos de la cerámica vidriada color azul en un estado de conservación excepcional. Tampoco conviene perderse el salón del marfil con numerosísimos objetos que representan deidades del Antiguo Egipto y que se realizaron en tiempos de los asirios y los babilonios.

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INFORMACIÓN PRÁCTICA: El museo abre únicamente de lunes a viernes*. De lunes a jueves de 9:00 a 13:00 horas, mientras que los viernes lo alargan hasta las 17:00 horas, pero es cuando entran los visitantes locales (y gratis), por lo que parece más aconsejable acudir cualquier otro día de la semana para encontrarse con menos gente y llevar a cabo una visita más tranquila.

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*Nota: Dada la renovación que está teniendo lugar en el edificio, puede suceder que algunas salas no se encuentren abiertas al público en el momento de la visita. Nos pasó, por ejemplo, con uno de los halls sumerios donde se guardan, entre otras cosas, la famosa máscara de Warka (Uruk) con la efigie de la diosa Inanna.

Palacio abasí de Bagdad

A orillas del río Tigris sobrevive uno de los pocos símbolos de la grandeza y esplendor del Califato abasí, que tuvo en Bagdad su capital en lugar de Damasco. Se sabe que Bagdad durante varios siglos fue fortificada y circular, repleta de palacios, mezquitas y espacios donde la cultura y el saber tuvo un peso esencial. Tras la gravísima destrucción ocasionada por los mongoles, queda muy poco de todo aquello. Y una de esas excepciones fue el conocido como Palacio Abasí de Bagdad, edificio datado a finales del siglo XII y que evoca de la grandeza y el esplendor de uno de los periodos más gloriosos de la Historia de la ciudad.

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Una puerta de ladrillo de intrincados ornamentos deja paso a un patio rectangular rodeado de galerías con arcos apuntados. Bajo los pórticos se aprecia la finura de los mocárabes y arabescos, que inducen a inclinar el cuello hacia arriba para deleitarse con una de las obras maestras de los abasíes en esta parte del Medio Oriente. Se pueden observar restos de los disparos que, según cuentan los locales, pertenecen al empeño absurdo de los soldados estadounidenses de jugar a probar su puntería disparando con sus fusiles. Aunque, afortunadamente, el estado general de conservación del edificio es magnífico, si bien ya vivió un proceso de restauración importante en tiempos de Saddam Hussein.

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Madrasa Al-Mustansiriya

Cruzando por el puente de los mártires que surca el río Tigris se encuentra en su orilla izquierda otro gran ejemplo de la arquitectura abasí superviviente en la Bagdad del siglo XXI. La madrasa o centro de enseñanza no sólo coránica sino de numerosas disciplinas durante los tiempos del califa al Mustansir (1227 d.C). Con los mongoles y embestidas militares posteriores, perdió su importancia aunque hoy sigue siendo sede universitaria para continuar con el legado iniciado por los abasíes siglos atrás. Patios con estanques, arcos, minaretes, cúpulas y grandes puertas profusamente decoradas, son el caparazón de un lugar que un día atesoró buena parte del saber del mundo en la Edad Media. Hoy día está en proceso de restauración, por lo que hay ocasiones en las que no permiten el acceso a los visitantes, algo que parece estar a punto de revertirse para volver a estar abierto a quienes quieran acceder al considerado como uno de los edificios más bellos de todo Bagdad.

Mezquita al Khulafa

La mezquita Al-Khulafa se considera un otro de esos vestigios representantes del esplendor del califato abasí. Encargada por el decimoséptimo califa Al-Muktafi y su padre, Al Mutádid a comienzos del siglo X, para ser el corazón religioso del magnífico complejo palaciego que erigieron en el área. Por esta razón, también conocida como mezquita Al-Qasr, que traduce «mezquita del palacio» en árabe. Con el tiempo, su apodo evolucionó hacia Mezquita del Califa, adoptando su nombre actual, Al-Khulafa. Esta construcción es una reliquia histórica emblemática de Bagdad, mencionada incluso en el diario de viajes del gran viajero musulmán Ibn Battuta durante su visita en 1327.

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De sus orígenes sólo sobrevive su distintivo (y torcido) minarete de la mezquita, con sus 34 metros de altura, construido con ladrillo y mortero, disponiendo de exquisitos patrones geométricos. Dado su deterioro debido a la falta de mantenimiento en las últimas décadas vividas en Bagdad, se está por fin trabajando en su restauración. El edificio de la mezquita también está en el mismo proceso, aunque merece la pena acceder para echar un vistazo a su hipnótica cúpula desde dentro.

Este lugar, próximo al mercado de animales, queda justo al frente de la iglesia de la Virgen María y la catedral caldea, muestra de la convivencia y aceptación durante siglos del pueblo mayoritario musulmán con la minoría cristiana en la capital del Estado de Irak.

Calle Al-Rashid

Una de las calles del casco histórico de Bagdad por el que aconsejo darse un buen paseo es Al Rashid. Flanqueada por desvencijados soportales y con vistas a la cúpula turquesa de la preciosa mezquita Haydar-Hana siempre se ha considerado una de las arterias principales de la ciudad vieja. De tráfico y trasiego, posee receptáculos pacificadores en las muchas tiendas de antigüedades que envejecen a la par que el humo se escapa de los tubos de escape y de las shishas de los lugareños. Aunque para eso están también los cafés donde con una pipa de agua y un vasito de cristal de té con limón muchos varones (porque mujeres no dejan caer por esos lares) son capaces de dejar pasar las horas del amanecer a la nocturnidad sentados a la más absoluta nada mientras los ventiladores de techo parecen estar a punto de descolgarse.

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Entre tuk tuks, radios antiguas y lámparas, merece la pena dejarse llevar por esta calle de calles que representa la autenticidad de una ciudad donde el turismo apenas ha hecho más que entrar por lo que sigue permitiéndonos jugar con esa verdad que hemos perdido definitivamente en tantos sitios.

Calle Al Mutanabbi (Entre librerías y cafés)

La calle Al Mutanabbi de Bagdad fluye desde Al Rashid como un río de cultura y conocimiento, así como de esperanza. Desde su portalón hasta las orillas del río Tigris, constituye el alma literaria de la capital iraquí. Bajo el nombre del poeta árabe más famoso que ha dado este país allá por el siglo X, esta calle ha sido y es un crisol de actividad intelectual y creativa puesto que no pocos escritores y artistas de todas partes del mundo árabe, así como aficionados a la lectura, se han dejado caer por aquí.

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Caminar por Al-Mutanabbi es sinónimo a penetrar un mundo de libros y letras, donde las librerías y los cafés literarios salpican la acera y los puestos de vendedores ambulantes ofrecen una variedad infinita de obras literarias, desde clásicos de la poesía árabe hasta las últimas novedades editoriales. El bullicio de los transeúntes se mezcla con el susurro de las páginas de todos esos contenedores de conocimiento que todavía están por ser leídos.

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También se yergue como un símbolo inequívoco de la resistencia y la perseverancia del pueblo iraquí. Ya que, a pesar de los desafíos y las adversidades que ha enfrentado a lo largo de los años con no pocos atentados, esta calle ha permanecido como un faro de luz en medio de la oscuridad, recordándonos que, incluso en los tiempos más difíciles, la cultura y el arte siguen siendo nuestras mayores fuentes de inspiración y esperanza. Un buen ejemplo es el Café Shabandar, un establecimiento centenario donde se dejaban caer intelectuales y personalidades al rumor de los libros, el narguile y el té al limón al más puro estilo Bagdad que aquí se servía. Un coche bomba en 2017 que mató a más de cien personas pareció haber terminado con todo este sueño, pero su dueño, Al Khasali, cuyos hijos, su esposa y un nieto habían quedado sepultados bajo los escombros, decidió reconstruir el mítico Shabandar como símbolo de la resistencia de la intelectualidad y la cultura sobre la barbarie radical. Hoy día continúa funcionando y el propio al Khasali se encarga de cobrar las consumiciones a la salida contabilizando los tés con fichas circulares de plástico y honrando con una sonrisa a sus muchos clientes, tanto hombres como mujeres, que visitan el local.

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Al Mutanabbi, peatonalizada y con estrictas medidas de vigilancia para garantizar la seguridad de comerciantes y paseantes, discurre como una avenida de libertad que mira a los nuevos tiempos de una Bagdad que jamás ha dejado de levantarse.

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Mercado del cobre

El arte del grabado en cobre representa una parte importante del legado cultural iraquí, remontándose a los tiempos del esplendoroso y ya renombrado califato abasí. Dicha habilidad se convirtió en un distintivo claro en este territorio. Fueron muchos lugareños quienes lo llevaron con orgullo ligado a sus nombres, siendo reconocidos como Al-Saffar o Al-Saffarin, en referencia al metal de cobre.

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Hace siglos las tiendas de estos artesanos eran verdaderos santuarios de creatividad, donde se exhibía una amplia gama de trabajos, trasladando a otros rincones de Oriente Medio esta faceta arraigada a la destreza y la artesanía iraquí.

De ahí que todavía el mercado o Souq Al-Safafeer, en el lado occidental de la calle Al Rashid (fuimos caminando perfectamente desde el final de Al Mutanabbi), se considere el hogar de estos hábiles artesanos que han heredado el oficio a lo largo varias generaciones. En este curioso zoco se mezcla en sonido constante de quienes cincelan, martillean o abrillantan cada elemento, por pequeño que fuera, alargando un modus operandi que se resiste a desaparecer. Hoy día las teteras y calderos, entre otras cosas, del mercado del cobre son un reclamo para quienes buscan adquirir productos locales y acuden a este zoco especializado que forma parte del tejido artesanal bagdadí. Aunque su evolución va en negativo pues cada vez menos gente se dedica al oficio y en pocas décadas muchas tiendas han tenido que echar el cierre. Quizás la reapertura de Irak al turismo ofrezca una oportunidad al mercado del cobre para continuar su camino adelante y abra nuevas vocaciones profesionales.

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Monumento a los mártires

En los años ochenta, en el marco de la guerra entre Irak e Irán, Saddam Hussein levantó gran cantidad de monumentos dedicados a los caídos por la causa. Quizás el más atractivo y que ha traspasado incluso aquel conflicto, considerándose incluso un punto de hermanamiento de los iraquíes que han perdido seres queridos de esta u otras guerras o desean honrar a los caídos acuden al conocido como Monumento Al-Shaheed. Erigido en 1983, bajo el diseño del arquitecto iraquí Ismail Fatah al-Turk, consta de una cúpula color turquesa tipo las que se levantaban en el país siglos antes, pero dividida en dos sobre una plataforma circular. Y con una llama encendida en el medio. De un tamaño de 40 metros de altitud, esta cúpula partida se observa desde muchos kilómetros a la redonda, por lo que no pasa precisamente desapercibido.

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Hoy día muchos locales y visitantes llegan para tomarse fotos en esta estructura que, hay que decirlo, es extremadamente fotogénica, por lo que muchos la aprecian por el lado estético más que por las razones originales de su construcción. Al igual que tantos y tantos sitios de Bagdad, está en proceso de restauración y adecuación del área (muy próxima, por cierto, a un gran parque de atracciones dedicado a uno de los personajes iraquíes más universales y aventureros, Simbad el Marino, que según los cuentos de «Las mil y una noches» donde se narran sus muchas aventuras, era oriundo de Bagdad, aunque siempre partía en barco desde Basora).

Plaza Firdus, el símbolo de la caída de Saddam

Una plaza simboliza la entrada de Irak en el siglo XXI y los acontecimientos que se desarrollaron a partir de la invasión estadounidense y el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein. Donde hoy día en la Plaza Firdos o Firdus (que significa «el paraíso») se ven fuentes manando con un mezquita al fondo, tenemos que dirigir nuestro pensamiento a la gran estatua del dictador que fue arrancada de cuajo del lugar un 9 de abril de 2003, simbolizando el final de una larga etapa de más de dos décadas de este mandatario que gobernó con puño de hierro el país. Un hito que marcó el devenir de este país y cuyas imágenes muchos recordamos con gran nitidez.

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En el lugar también se encuentran las figuras casi fantasmagóricas de dos hoteles, el Sheraton Ishtar y el Hotel Palestina. Este último sirvió para acoger a la prensa durante la guerra de Irak iniciada en 2003 por Estados Unidos y otros países aliados. El cámara español, José Couso, fue asesinado por un disparo por parte del ejército americano cuando se encontraba en la planta 14ª de este edificio repleto de corresponsales que habían acudido a narrar el conflicto.

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Sin duda, resulta difícil pasear por esta plaza y no pensar en todo lo acontecido en aquellos días de infausto recuerdo.

Tahrir Square, la plaza de la liberación

La Plaza Tahrir o de la liberación, ubicada en el corazón de Bagdad, es un símbolo de la historia y la resistencia del pueblo iraquí. Conocida como el epicentro de numerosas manifestaciones y protestas a lo largo de los años, la plaza ha sido testigo de momentos decisivos en la lucha por la libertad y la democracia en el país. Su amplio espacio abierto y su ubicación céntrica la convierten en un lugar de reunión natural para los ciudadanos que buscan expresar sus opiniones y demandas al gobierno y al mundo. En la misma se erige el conocido como Nasb al-Hurriyah o «Monumento a la Libertad» donde se ilustran en bajorrelieves fundidos en bronce ciertas identidades relacionadas con los eventos históricos pasados que tienen que ver con el nacimiento de la actual República de Irak.

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DOS RINCONES ARQUEOLÓGICOS A LAS AFUERAS DE BAGDAD

A una distancia prudencial de la ciudad de Bagdad, aunque aquí más que por kilómetros las cosas se miden por atascos, me gustaría destacar dos lugares arqueológicos de gran importancia que se pueden hacer en el día pudiendo volver a dormir a la capital iraquí.

Dur-Kurigalzu, un zigurat a las puertas de Bagdad

Apenas a 30 kilómetros al oeste de la capital iraquí, la dinastía casita de Babilonia liderada presumiblemente por el rey Kurigalzu en torno al año 1400 antes de Cristo, levantó aquí una de las grandes urbes del Imperio babilónico. Lo que para muchos era una colina sin más, se trataba en realidad de Aqar Qūf, un zigurat de más de sesenta metros de altitud dedicado al dios Enlil (dedidad del cielo y el viento) cuya estructura hoy erosionada, pues se construyó en barro cocido, no hace justicia a los que un día debió ser. Junto a él, los restos del palacio del monarca, indican que este era un lugar al que acudían los reyes junto a su séquito, aunque la ciudad principal de la época seguía siendo la Gran Babilonia.

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Parte del monumento se reconstruyó al «modo Saddam Hussein», añadiendo los distintos niveles y escaleras alrededor de la estructura original. En unos casos en Irak fueron acertados estos alardes de renovación (por ejemplo, en Ur), pero en cuanto a Dur-Kurigalzu (y me aventuro a decir que la propia Babilonia) puede existir la sensación de que hubiera sido preferible dejarlo como estaba. Conviene recordar que este zigurat, que muchos identificaron con la Torre de Babel (algo muy usual cuando se hallaban estas estructuras religiosas destinadas a conectar el mundo de los dioses con el de los hombres) fue erigido hace más de tres mil años con ladrillos secados al sol, y cada varias capas capas se disponía un nivel levantado con con esteras de caña con el objeto de para facilitar el drenaje del agua así como mantener la cohesión de dichos ladrillos. Después, en las zonas superiores así como en las partes externas, si pudo haber sido revestido con ladrillo cocido por no al sol sino al fuego (y vidriado), técnica que llevaba aplicándose desde mucho tiempo atrás. Completamente policromado, por supuesto, tal como adivinaban algunos restos con los que era fácil toparse en el suelo.

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Subir por las escaleras hasta la estructura superviviente del zigurat o pasearse por las galerías del palacio real supuso para nosotros un primer acercamiento a la cultura mesopotámica y, por tanto, lo vivimos con gran emoción. Aunque, sin duda, lo mejor, estaría por llegar. Además, Dur-Kurigalzu, es un sitio arqueológicamente que apenas recibe visitas, lo que ayuda mucho a la mejora de la experiencia como visitantes que lo añaden a su itinerario.

Arco de Ctesifonte

A poco menos de cuarenta kilómetros al sudeste de Bagdad el único resto superviviente de la antigua ciudad de Ctesifonte, fundada por los Seleucos, continuada por los partos y desarrollada por los sasánidas (Segundo Imperio persa), es denominado Taq-i Kisra. Se trata de un arco monumental es reconocido como la bóveda de ladrillo de mayor tamaño en todo mundo así como el arco independiente más grande erigido hasta la época moderna. Originalmente fue parte de de un complejo palaciego sasánida en tiempos del rey Cosroes I (501-579 después de Cristo). Conformaría la estructura principal de un gran salón de audiencias, posiblemente acogiendo el trono real, de lo que queda únicamente parte del arco y de las paredes laterales (hoy día en restauración tras siglos de abandono). Este monumento se alza imponente con unas dimensiones de 37 metros de altura y 26 metros de ancho, destacando como un símbolo de enorme importancia histórica y cultural en la región.

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Su ubicación es el municipio de Salman Pak y el recinto se encontraba cerrado cuando fuimos nosotros, debido a los trabajos de restauración que se estaban acometiendo. Lo que no quitó que el guarda de seguridad nos dejara acceder por unos instantes para apreciar de cerca el magnífico arco de Ctesifonte y poder tomar algunas imágenes de él.

NOTA: En la propia Salman Pak se custodia la tumba de Salman el persa, amigo de Mahoma y quien se convirtió del zoroastrismo a la religión musulmana. La mezquita de Salman el-Farsi custodia en un precioso zarih (es una estructura elaborada y decorativa que cubre y protege el sepulcro de un imán o un santo en el Islam chiíta, normalmente a través de una bella celosía) bajo una cúpula sepulcro de esta personalidad considerada santa. Un elemento particular de la arquitectura religiosa chiíta que veríamos más adelante en los mausoleos iraquíes de Husáin y Abbás en Kerbala o del Imam Alí en Náyaf y que años antes pude observar en primera persona en los santuarios sagrados de Qom y Mashhad en Irán.

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LA GRAN BABILONIA

Hablar de Babilonia es hablar de Historia. Su nombre evoca imágenes de grandeza como uno de los sitios más icónicos de la antigua Mesopotamia. Se trata de una de las ciudades nombradas en la Biblia, aunque no en buenos términos, cuyos restos emergieron desde mediados del siglo XIX y principios del XX para corroborar al mundo que esta urbe legendaria no se trataba de una simple alegoría sino de una verdad rotunda. Babilonia, representante bíblica de los males del mundo, había sido real. Fundada hace más de tres mil años, con uno de lo primeros códigos legales recuperados (el del rey Hammurabi), y destruida en distintas ocasiones, sobre todo por el rey asirio Senaqerib, el cual no dejó en pie ni los cimientos, se volvió a levantar en el siglo VI antes de Cristo para dar paso a un nuevo Imperio, el neobabilónico o caldeo, con nombres de monarcas como Nabucodonosor II, quien quiso hacer de ella la ciudad de mayor esplendor y belleza en aquella época. Babilonia se erigió como un centro cultural, religioso y político de primer orden en la región.

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Babilonia sería conocida por sus impresionantes estructuras arquitectónicas, entre las que destacaba la imponente Puerta de Ishtar y la magnífica avenida procesional, el palacio del monarca así como el famoso zigurat o Etemenanki, considerado por muchos entonces como la inspiración para la legendaria Torre de Babel. En el plano religioso, Babilonia era un importante centro de culto, con el templo de Marduk como epicentro de la adoración a este dios supremo de la mitología babilónica. Y qué decir de los famosos Jardines colgantes, maravilla del mundo antiguo, si bien nadie se pone de acuerdo sobre si existieron realmente en la propia Babilonia o formaron parte, en realidad, del Palacio Real de la antigua Nínive, capital del Imperio asirio.

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Sin embargo, la historia de Babilonia también está marcada por períodos de conquista y declive. La ciudad fue conquistada y saqueada en varias ocasiones, primero por los asirios y luego por los persas, antes de caer finalmente ante el Imperio Aqueménida en el siglo VI a.C. A pesar de su caída, Babilonia dejó un legado perdurable en la historia, influyendo en la cultura, la religión y la política de las civilizaciones que le sucedieron en la región. Hoy en día, sus ruinas son testigos silenciosos de un pasado glorioso que sigue fascinando a historiadores y viajeros por igual. De los cuales, mucho tienen que ver los arqueólogos Layard y, sobre todo, Koldewey, quien sacó a la luz los planos de la ciudad y la gloriosa Puerta de Ishtar, la cual fue trasladada pieza a pieza al Museo de Pérgamo en Berlín.

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Con tantas guerras y saqueos uno se pregunta: ¿Queda mucho de Babilonia? ¡Por supuesto! En los ochenta, durante la época de Saddam Hussein, quien deseaba reivindicarse como un nuevo Nabucodonosor II y dar valor a la ciudad arqueológica a orillas del Éufrates, se llevaron a cabo numerosos trabajos de restauración. Y salieron a la luz nuevos lugares, es cierto, si bien cabe destacar que, además de consolidar ciertos restos, se llevó a cabo una renovación de ciertas áreas monumentales un tanto libre y arriesgada que, de seguro, no estaría muy acordes hoy día a los principios más actuales de la arqueología y la restauración de edificios históricos.

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Aún así es todo un privilegio caminar entre las murallas del palacio o, lo mejor, seguir el sendero de la vía procesional para ver dónde fue hallada la Puerta de Ishtar y darse cuenta cómo los arqueólogos han sacado a la luz nuevos frisos de Marduk (dios principal de Babilonia, aunque también adorado desde tiempos de los sumerios) bajo la representación de un dragón, así como otras deidades como la propia Ishtar (la Venus de todas las religiones de la Antigüedad). Ese área se está renovando en estos momentos y doy fe de que se está haciendo bien, al menos esta vez. Se nota la entrada de expertos y fondos económicos tras el nombramiento de la ciudad arqueológica de Babilonia como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2019,

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Más adelante espera a los visitantes el famoso león de Babilonia, levantado en alabastro con más de siete toneladas de peso, original de los tiempos de Nabucodonosor II, aunque con algunos disparos que dañaron su rostro.

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Mención aparte tiene la reproducción escala 2/3 de la Puerta de Ishtar en la entrada al complejo arqueológico. Iba para configurar el acceso a un museo que no se llegó a construir pero quedó como una copia burda y nada fiel a la original que sirve, eso sí, para llevarse alguna foto de recuerdo. Porque, no todos los días se tiene la oportunidad de caminar por las ruinas de la Gran Babilonia, ¿verdad?

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EL PALACIO ABANDONADO DE SADDAM HUSSEIN EN BABILONIA

¿A quién le gusta merodear en lugares abandonados? Amantes del Urbex, tomad buena nota porque este sitio me voló la cabeza. Sabed que en las inmediaciones de las majestuosas ruinas de la antigua Babilonia hallamos un testigo silente de un capítulo más reciente de la historia: el palacio abandonado de Saddam Hussein. Este imponente edificio residencial, construido en durante el mandato del líder iraquí, refleja la ambición desmesurada y la megalomanía de quien encabezaba un régimen que gobernó con mano de hierro el país durante décadas.

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Construido sobre una colina desde donde se admiran las mejores vistas de los restos arqueológicos de Babilonia, el palacio de Saddam Hussein pretendía emular el esplendor de las antiguas civilizaciones mesopotámicas. Sus enormes salones, pasillos ornamentados y jardines exuberantes (con piscina) eran un símbolo de poder y autoridad, destinados a impresionar a visitantes nacionales y extranjeros por igual.

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Sin embargo, tras la caída del régimen de Saddam Hussein en 2003, el palacio cayó en desuso y fue abandonado, dejando tras de sí un aura de misterio y desolación. Hoy en día, este edificio hueco y vacío con techos bien ornamentados son testigos mudos de un pasado turbulento y recuerdan a los visitantes, quienes no dudan en atravesar sus puertas completamente abiertas, la fugacidad del poder y la fragilidad de la gloria de quienes consideran estar por encima de su propio pueblo.

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A pesar de su estado de abandono, el palacio de Saddam Hussein en Babilonia sigue atrayendo la atención de curiosos, muchos de ellos locales que quieren ver con sus propios ojos de lo que habían sabido en los medios durante el gobierno del sátrapa iraquí, quienes se aventuran a explorar sus pasillos y dependencias vacías y a contemplar el contraste entre la grandiosidad del edificio y la desolación que lo rodea.

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Particularmente fue una de las mejores experiencias de nuestro paso por Babilonia. Aconsejo bajar al área de la piscina, admirar los frescos del salón principal con los elementos que representan a la nación iraquí o fijarse en los frisos exteriores donde al dictador se le compara con Hammurabi o incluso con el dios Marduk. Por no hablar de las maravillosas panorámicas tanto de la ciudad arqueológica como del curso del Éufrates y un manto infinito de palmeras en la orilla opuesta.

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BORSIPPA Y EL ZIGURAT DE NABU

A unos 20 kilómetros al sur del complejo arqueológico de Babilonia se encuentra el municipio de Birs Nimrud, aunque para los arqueólogos baste decir Borsippa con el objeto de referirse a otra ciudad arqueológica de gran importancia levantada en tiempos de los amoritas o paleobabilonios (aprox 1500 años antes de Cristo). Es sabido que siglos después, en tiempos de Nabucodosor II y con Babilonia como capital de un poderoso imperio, se renovó un zigurat ya existente dedicado a Nabu, el hijo de Marduk y patrón de los escribas. Es sabido que cada nuevo año la estatua de esta deidad era llevada junto a la de su padre en Babilonia, la cual atravesaba la vía procesional y, cómo no, la famosa puerta de Ishtar.

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Borsippa, cuya vida se extendió hasta mediados del primer milenio después de Cristo, quedó abandonada y hoy sobreviven apenas sus restos de barro que barruntan el que un día sería uno de los zigurats más importantes de los caldeos en Mesopotamia, con sesenta y tres metros de altitud y siete terrazas. Sus ruinas fueron delimitadas en tiempos de Koldewey y las excavaciones más recientes (y rigurosas) parten de un equipo de austriacos, aunque queda mucho por hacer en este yacimiento arqueológico que se asemeja a un castillo de arena a punto de venirse abajo con la próxima ola. De hecho caminando por el área es fácil toparse con azulejos e incluso con tablillas donde todavía se pueden adivinar símbolos de la escritura cuneiforme. Es un lugar solitario. Quién diría que durante mucho tiempo se creyó que aquí podría estar la famosa torre de Babel, pues es sabido que el rey Nabucodonosor II quiso levantar sobre una edificación preexistente de tiempo de los amoritas (previsiblemente otro zigurat) una torre tan alta que se comunicara con el mismísimo cielo. A la cual decoró con lapislázuli y otros ornamentos que hoy sólo quedan en la imaginación de los escasísimos visitantes que llegan a este lugar.

Próximo al acceso al recinto arqueológico se encuentra una pequeña mezquita de cúpula turquesa dedicado al profeta Abraham (para los árabes Ibrahim, proveniente de la Ur de los caldeos), donde peregrinos se detienen en su camino a Kerbala. Precisamente el siguiente punto al que nos dirigiríamos nosotros (aprox 70 km al noroeste de Borsippa).

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KERBALA, CIUDAD SANTA

Si en el Islam uno de sus preceptos es peregrinar a La Meca en Arabia Saudí, al menos, una vez en la vida, para los chiítas hay otros dos puntos claves que son Náyaf y, cómo no, Kerbala. Esta ciudad ubicada a 100 km al suroeste de Bagdad se considera un un epicentro espiritual y de profunda sacralidad para los musulmanes chiítas de todo el mundo. Su prominencia radica en el trágico suceso conocido como la Batalla de Kerbala, ocurrida en el año 680 d.C. durante el mes de Muharram. En este lugar, el Imam Husáin, nieto del Profeta Mahoma y figura central del chiísmo, junto con sus seguidores, se enfrentó a las fuerzas del califa omeya Yazid I. Husáin, quien consideraba su legitimidad para ser califa y digno sucesor de Mahoma así como de su padre Alí en oposición de los líderes del momento, sufrió martirio junto a toda su familia y sus seguidores, incluido su hermanastro Abbás, lo que supuso la división definitiva del Islam en dos ramas, sunita y chiíta.

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La Batalla de Kerbala es vista por los musulmanes chiítas como el símbolo de una lucha por la justicia y la correspondiente resistencia contra la opresión. El martirio del Imam Husáin y sus compañeros es conmemorado anualmente durante la ceremonia de Ashura, que marca el décimo día de Muharram en el calendario islámico. En esta fecha, millones de fieles convergen en Kerbala para visitar el santuario de Imam Husáin, donde se realizan rituales de duelo y representaciones donde la sangre de los penitentes pretende honrar este sacrificio.

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Kerbala alberga dos de los mausoleos más sagrados del chiísmo: el santuario de Imam Husáin y el de su hermanastro Abbás ibn Ali. Estos lugares santos, separados apenas por unos cientos de metros de una avenida siempre multitudinaria, sobre todo al atardecer coincidiendo con la llamada a la oración, son destinos de peregrinación masiva, donde los fieles expresan su devoción y compromiso espiritual. El santuario de Imam Husáin, en particular, es el epicentro de la peregrinación chiíta y un símbolo de unidad para esta comunidad en todo el mundo. Esta gran mezquita, con cúpula y minaretes de oro, sin patios abiertos pues fueron techados, acoge riadas de peregrinos y peregrinas (hombres y mujeres tienen sus accesos particulares por separado) quienes se dirigen entre lágrimas y cánticos para tocar la reja que custodia los restos de Husáin. Ese momento de comunión entre los devotos asistentes resulta extremadamente emocionante incluso para quienes, como nosotros, no profesamos esa religión. La espiritualidad es máxima. Un momento único en la vida.

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El mausoleo de Abbás, también de una factura bellísima, donde se ve la mano de los abasíes y los safávidas (por eso nos recuerdan tanto a los principales edificios persas), también es visitado por multitud de peregrinos, aunque su importancia histórica y religiosa está por debajo del de Husáin o su padre, Alí (en Náyaf).

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NOTA PRÁCTICA: Para acceder a los templos religiosos se pasan distintos controles de seguridad y hay que dejar los zapatos en una especie de consignas (gratis). En Kerbala, así como en Náyaf, que se tratan de ciudades sagradas donde existe un mayor conservadurismo religioso, a diferencia del resto de Irak, tanto en los santuarios de Huséin y Abbás, así como su entorno y aledaños, las mujeres deben cubrirse con una abaya (Se trata de una túnica larga y suelta que cubre todo el cuerpo, desde los hombros hasta los pies, y a menudo se combina con un hiyab o un niqab para cubrir la cabeza) no bastando únicamente el velo en la cabeza. Hombres y mujeres acceden por puertas diferentes a los templos, aunque pueden llegar por igual a las tumbas.

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FORTALEZA ABASÍ DE UJAIDIR, UNA SORPRESA COLOSAL EN EL DESIERTO

Ese día nuestro objetivo era otra ciudad santa como Náyaf, al sur pero, aprovechando la estadía en Kerbala consideramos que merecía la pena desviarnos antes en dirección oeste (apenas una hora) para conocer el palacio/fortaleza abasí más grandioso y entre los mejores conservados no sólo de la propia Irak sino del Medio Oriente así como todos los territorios que formaron parte del califato. Cabe considerar que éste llegó a abarcar desde territorio argelino hasta el delta del río Indo en el actual Pakistán, por lo que no se trataba de poca cosa. Y, sin lugar a dudas, acertamos incluyéndolo en la ruta porque a nivel monumental (además de poderlo visitar a solas) estuvo entre lo mejor de cuanto vimos durante nuestro viaje a Irak.

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El conocido como palacio de Ukhaidir (castellanizado también puede escribirse Ujaidir) se trata de una impresionante construcción rectangular que data del año 775 d.C., destacándose por su estilo defensivo singular el cual logra trasladarnos a las grandes fortificaciones que veríamos más adelante en tiempos de las Cruzadas, aunque con un tamaño superior a todos. Esta fortaleza fue encargada por Isa ibn Musa, sobrino del califa abasí As-Saffah, quien buscaba alejarse de la política tras quedar frustradas sus posibilidades de suceder a su tío .

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El complejo, que abarca aproximadamente 176 m por 146 m, está rodeado por altos muros de piedra calcárea, con torres circulares en las esquinas y semicirculares en los lados. Incluye una sala principal, un gran Iwan, un salón de recepción y cuartos de sirvientes, además de una mezquita propia y un complejo de baños al sudeste. Sin olvidar sus numerosos patios y galerías abovedadas que servían de conexión entre distintas estancias El palacio, construido con mampostería y con capacidad para hasta tres pisos, es un fiel reflejo de la arquitectura abasí en Irak, demostrando el carácter ostentoso y hedonista de la dinastía, evidente en su imponente tamaño y en la gran cantidad de espacios de los que disponía.

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Ujaidir, el cual representa un verdadero hito en la innovación arquitectónica, se visita completamente por libre, pudiendo desplazarse a voluntad entre corredores, estancias y murallas. Este monumento, que no entra sorprendentemente en muchas de las rutas turísticas que se organizan en Irak, se encuentra, además, en un estado de conservación excepcional. Y más habiéndose llegado a ser en las últimas guerras sufridas en el país una especie de cuartel militar del ejército. Estoy convencido de que no tardará en ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Tiempo al tiempo.

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NOTA: Para hacer los últimos kilómetros hasta la fortaleza una tanqueta militar tuvo a bien escoltarnos hasta la entrada del monumento.

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NÁYAF Y EL MAUSOLEO DEL IMAM ALÍ, LA MECA DEL CHIÍSMO

Aunque a algunos Náyaf le pueda sonar, sobre todo, por la batalla que llevó a las milicias iraquíes a sitiar la base española «Al Ándalus» en la ciudad un 4 de abril de 2004 dentro de uno de los episodios de la guerra que llevó a su fin al régimen de Saddam Hussein, la historia de este lugar se remonta mucho más atrás en el tiempo.

En el vasto horizonte del sur de Irak, envuelto por la bruma originada frente a un lago salado rodeado de palmeras, se levanta Náyaf, una ciudad impregnada de espiritualidad y devoción. Y es que, como un faro en el corazón del chiísmo, Náyaf, al igual que la ya mencionada Kerbala, acoge a peregrinos chiítas llegados de todo el mundo en un alarde de demostración de fe y veneración.

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¿Por qué es tan especial Náyaf en el sentido religioso? Todo se debe a que en el corazón de esta ciudad sagrada reposan los restos del Imam Alí, primo y yerno del Profeta Mahoma, cuya tumba se convierte en el epicentro de la piedad chiíta. Cabe recordar que para la rama chiíta del Islam, Alí habría sido designado por el propio Mahoma para continuar su legado y liderar el nuevo movimiento religioso, mientras que los sunitas niegan y jamás reconocerán, ya que son partidarios de la sucesión bajo elección de Abu Bakr. Por lo que estamos hablando de cara a la religiosidad chií, como de un padre, casi un Dios, para todos ellos. De ahí que se levantara sobre la tumba una gigantesca estructura con una gran cúpula de oro (así como los minaretes y la fachada principal, también dorados) elevándose hacia el cielo como plegarias de esperanza, proclamando en este mausoleo la eternidad de la fe que alberga en su seno. Dentro y fuera de los muros del santuario, visitado cada año por millones de personas, resuenan una y otra vez las fervientes oraciones de los fieles, que acuden no exentos de la emoción del que probablemente sea el viaje de sus vidas, en busca de consuelo y la bendición del Santo Imam.

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Los accesos, que recuerdan a los de Kerbala, nos llevan a un monumento aún más impresionante, con un patio abierto que destila belleza y grandiosidad, donde se arremolinan los devotos antes de acceder a la tumba de Alí bajo oleadas de cánticos, lágrimas y una emoción difícil de describir. El mero hecho de rezar ante esta personalidad sagrada es un acto confirmación de su identidad y religiosidad transmitida a lo largo de generaciones durante muchos siglos, llevándoles a entrar en una especie de éxtasis. Algunas personas, que acuden con niños pequeños, los aproximan a tocar la celosía refulgente bajo una de las cúpulas más hermosas de todo el mundo musulmán. La última hora de la tarde así como la noche son los mejores momentos para llevar a cabo esta visita donde, una vez más, los hombres y mujeres entrarán por puertas diferentes, aunque puedan juntarse en el patio exterior (ya no en la tumba e interiores, divididos por géneros). Al igual que en Kerbala, el mausoleo abre sus puertas las 24 horas, los 365 días del año sin excepción.

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A las faldas de este santuario se extiende sin final aparente el conocido como Valle de la Paz, un vasto camposanto donde reposan los fieles que han partido hacia la morada eterna. Entre sus tumbas, unas más sencillas y otras más opulentas, se teje la historia de millones de creyentes que encontraron o pidieron su descanso final en esta tierra santa. Para los peregrinos chiítas, el Valle de la Paz no sólo es el considerado como cementerio más grande del planeta, sino un lugar donde honrar la memoria de los ancestros que se comprometieron con la fe para reposar eternamente junto al Imam Alí.

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Náyaf, junto con Kerbala ( sólo 75 km), componen una melodía de oración y devoción que no conviene perderse bajo ningún concepto si se tiene pensado viajar a Irak.

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URUK, LA PRIMERA CIUDAD DE LA HISTORIA

A 175 kilómetros (aprox 3 horas por carretera) al sureste de Náyaf se encuentra uno de esos destinos históricos que para los amantes de la «ciencia que estudia lo que se refiere a las artes, a los monumentos y a los objetos de la antigüedad, especialmente a través de sus restos» (definición de arqueología según el Diccionario de la Real Academia) está marcado con letras mayúsculas. Me refiero a Uruk, probablemente la ciudad más antigua de la que se tienen registros (3500 antes de Cristo). Una de esas urbes que los sumerios crearon en conexión con el cercano Éufrates (a través de canales y puentes) llegando a tener, un milenio antes de la construcción de las pirámides de Giza, casi cien mil habitantes alrededor de unas murallas atribuidas al mismísimo Gilgamesh, protagonista de la primera epopeya de la Historia (que nos llegaría a través de las tablillas cuneiformes recopiladas por los asirios en el Palacio de Asurbanipal en Nínive). Historia legendaria con la cual se sabría que el gran diluvio no sería sólo una metáfora bíblica sino que, mucho antes, las distintas civilizaciones mesopotámicas hablaban de esta inundación de inmensas proporciones (que no debió ser universal sino puramente local), la cual incluso algunos arqueólogos como Leonard Wooley (le faltaba el látigo para ser Indiana Jones de tomo y lomo) trató de demostrar en las excavaciones que llevaría a cabo en otra ciudad antediluviana como Ur.

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Uruk, bajo una vasta extensión, contó con palacios, un templo dedicado a la diosa Inanna y otro a Anu (el conocido como Templo Blanco), talleres, escuelas y todo lo que debía tener una de las grandes ciudades donde se viviría el esplendor de la época sumeria. Hoy día, cuando se alcanza el territorio sobre la que se erigía la ciudad, apenas se ve una planicie interrumpida por los tells o montículos que representan a los templos. Nadie espera en la que fuera una ciudad de barro hallar grandes monumentos ni fotografiarse ante poderosas columnas. En absoluto. Pero Uruk proporciona una experiencia diferente, la de la sensación de estar pisando un legado de miles de años, la auténtica cuna de las civilizaciones. Y lo de pisar no es un verbo aquí puesto para decorar el texto. Y es que cuando se camina por Uruk se van pisando literalmente cientos, miles de fragmentos que emergen del suelo como restos de vasijas de barro, fragmentos vidriados que conservan todo su color o incluso tablillas de cuneiforme y de un tipo de escritura anterior o protocuneiforme. Porque en Uruk, por ejemplo, se hallaron los primeros documentos escritos puesto que la sociedad sumeria, tan numerosa como organizada y con conexiones comerciales con otras zonas de Oriente Medio, reflejaba todo en estas tablillas, razón por la cual se ha podido obtener valiosísima información de cómo era esta civilización tan adelantada a su tiempo. ¡En Uruk eres tú quien te topas con tablillas que nadie jamás ha leído!. Hasta con los utensilios que utilizaban los escribas y los estudiantes de esta disciplina para poder realizar este tipo de escritura.

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¿QUÉ HAN HECHO LOS SUMERIOS POR NOSOTROS?

Si la celebérrima escena de «La vida de Bryan» no hubiese sido en la Jerusalén romana sino en Uruk, Ur u otras urbes sumerias, la cosa hubiera sido tal que así:

(Música de trompetas épicas)

Líder ante una multitud: ¿Y a cambio los sumerios qué nos han dado?

Voz en la multitud: ¡La escritura cuneiforme! Los primeros documentos escritos de la Historia.

Líder: Cierto, la escritura. Pero, aparte de la escritura cuneiforme….

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Otra voz: El sistema numérico sexagesimal.

Otra voz: Los primeros sistemas de irrigación para controlar las crecidas de los ríos y poder cultivar nuestros propios alimentos para dejar de ser nómadas.

Otra voz: ¡La medicina!

Líder: Sí, la medicina. Aparte de la medicina, la arquitectura monumental y las leyes codificadas…

Otra voz: ¡La cerveza! ¡La rueda!

Líder: ¡Ah, la cerveza! Sí, aparte de la escritura, la rueda, la medicina, la arquitectura, las leyes y la cerveza…

Otra voz: ¡Los primeros poemas épicos!

Líder: Correcto, los primeros poemas épicos. Aparte de todo eso… ¿Qué han hecho los sumerios por nosotros?

Voz en la multitud: ¡El primer sistema educativo!

Líder: Ah, sí, el primer sistema educativo. Aparte de eso, los mapas o la medición del tiempo.

Otra voz: ¡La astrología!

Líder : Por supuesto, la astrología. Aparte de la astrología, la música, la astronomía y los sistemas de pesos y medidas…

Voz en la multitud: ¡La vela para navegar! ¡Las ciudades!

Líder: ¡Ah, sí! Los barcos ahora navegan mejor a vela. Aparte de las primeras técnicas de navegación y la organización urbana…

Otra voz: ¡La producción en masa de ladrillos para construir grandes edificios!

Líder: ¡Correcto! La fabricación de ladrillos de adobe cocidos al sol y a fuego. Aparte de todo eso, ¿Qué han hecho los sumerios por nosotros?

Multitud: (En unísono) ¡Trajeron civilización!

Narrador: (Sonríe) Bueno, sí, aparte de la civilización…

(Música triunfal) (Disculpad esta tropelía, queridos y admirados Monty Python)

Bajo el sol de Uruk, donde no existe una sombra a decenas de kilómetros, sentíamos el peso y la fuerza de la Historia bajo nuestros pies. La gloria y desgracia de una ciudad, las millones de personas que a lo largo de los milenios habrán vivido, amado, reído y llorado bajo lo que ahora es una alfombra de escombros arqueológicos en una llanura seca, baldía y donde los silencios erizan la piel, convierte en este uno de los rincones más especiales y emocionantes del viaje. Repito, sin grandes monumentos amén de imaginar los templos y un palacio que todavía adivina la policromía en las paredes, Uruk para quienes amamos la Historia de las Civilizaciones, lo representa absolutamente todo.

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Obviamente, quien busca «petarlo» en Instagram con fotografías espectaculares u opina que vista unas ruinas vistas todas o que «todo piedras» (en Uruk ni eso, que se trata de barro), este no es su sitio.

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UR, EL GRAN ZIGURAT Y LAS TUMBAS REALES DE OTRA CIUDAD ANTEDILUVIANA

Tengo que confesar que Ur era para mí uno de los principales motivos para viajar a Irak. Y no me defraudó bajo ningún concepto. No puedo aún quitarme de la cabeza la imagen del zigurat de Ur-Nammu, más conocido en lengua sumeria como é-temen-ní-gùr-ru, que viene a significar «casa de los cimientos revestidos de terror». Un monumento erigido durante la primera mitad del tercer milenio antes de Cristo cuya imponente estructura aún se mantiene en pie, aunque, por supuesto, fue restaurada de manera parcial a finales de los años setenta. Completamente construido con ladrillos de barro, mientras que en el exterior está revestido con una capa de 2,4 metros de ladrillo cocido y betún (que se encuentra esparcido por todas partes, ya que servía de aglutinante y elemento impermeabilizante desde tiempos de la Antigua Mesopotamia), con cada lado orientado hacia un punto cardinal. La cúspide se dedicaba a ser capilla del Dios de la luna, Nanna, y el acceso a los niveles superiores se realizaba a través de tres escaleras exteriores. Si bien había sido levantado por primera vez bajo los sumerios, sufrió actos de destrucción en distintas guerras, aunque bajo el reinado del babilonio Nabucodonosor II volvió a alcanzar la plenitud del que hoy día podemos decir que se trata del mejor ejemplo conservado de zigurat mesopotámico.

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A diferencia de otras ciudades arqueológicas antediluvianas, Ur sí está preparado para las visitas. Aquí ya no se van pisando vasijas ni artefactos milenarios, puesto que se transita por una pasarela de madera que lleva tanto por delante del zigurat (cuyas escaleras no se pueden subir desde 2023) como de otras construcciones de la que fuera una de las ciudades más importantes del mundo desde el cuarto milenio antes de Cristo. Cabe destacar que en este periodo en Europa aún los humanos se calentaban bajo el fuego en cuevas dentro de una prehistoria a la que todavía le quedaba mucho por delante.

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A Ur llegamos a última hora de la tarde, cosa que recomiendo para jugar con las mejores condiciones posibles de luz y esquivar el calor sofocante. A pesar de ser uno de los mayores reclamos turísticos de todo Irak nos cruzamos con apenas cuatro o cinco locales (ningún extranjero), pudiendo disfrutar del conjunto arqueológico y el gran zigurat en plena soledad.

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Nos acercamos a la valla donde apreciamos las hendiduras llevadas a cabo por los arqueólogos liderados por Sir Leonard Wooley en los años veinte para descubrir el Cementerio de Ur y las famosas tumbas reales. Un lugar de suma importancia histórica y arqueológica eclipsada por el hallazgo en la misma época de la tumba de Tutankhamon por Howard Carter. Aquí, Woolley, que no le iba a la zaga, desenterró una serie de tumbas que datan de la época sumeria, revelando una riqueza de objetos funerarios y restos humanos que proporcionan una visión fascinante de la vida y las creencias de la antigua Mesopotamia. Entre las tumbas más destacadas se encuentran las pertenecientes a los reyes sumerios (la de Puabi entre las más destacadas), que fueron enterrados con elaborados ajuares que incluían joyas, utensilios de oro y plata, armas y otros objetos de gran valor (muchos de ellos expuestos en el British Museum), reflejando el prestigio y poder de la realeza en esa época. Aunque, lo más impactante durante las excavaciones fue encontrar a decenas de cuerpos de los sirvientes de los monarcas para acompañarles en «la otra vida». Cortesanas, criados, conductores de carruajes junto a sus animales, una recopilación macabra en las últimas moradas de los reyes sumerios y cuyos trabajos reflejó muy bien el propio Wooley en un libro titulado «Ur, la ciudad de los caldeos», cuya lectura recomiendo encarecidamente.

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De las muchas ciudades de pasado Sumerio, tanto Ur como Uruk son las más destacadas. Aunque hay otras como Lagash, Kish o Nippur, cuya rica historia da para un viaje más exclusivamente arqueológico de mayor duración.

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Tras la visita a Ur pasamos la noche en la ciudad próxima de Nasiriya (a poco más de quince minutos por carretera, a la espera de viajar dirección sur en busca de las marismas de Mesopotamia, otro de los tesoros que aguardan en este apasionante destino.

LAS MARISMAS O HUMEDALES DE MESOPOTAMIA

En el preciso instante en que los ríos Tigris y Éufrates deciden definitivamente ir a encontrarse el abrazo se intuye durante kilómetros en una sucesión de lagunas, charcas y canales que convierten el desierto en un vergel. Para muchos las marismas de Irak representan el Edén, ese paraíso de vegetación, aves y búfalos de agua que, desde hace miles de años se encarga de dejar que la tierra respire manteniendo los modos de vida de tribus que se definen como los mismísimos descendientes de los sumerios. El británico Wilfred Thesiger fue quien mejor fue capaz de describir estos paisajes así como narrar las costumbres de sus gentes en «Los árabes de las marismas» (1964), dejando claro las evidentes diferencias entre éstos y el resto de los iraquíes. Tanto en modos de vida, tradiciones, riquísimas variantes lingüísticas, una arquitectura efímera a base de cañas adaptada a un vasto territorio lacustre y la necesidad de trasladarse de un sitio a otro en alargadas canoas.

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Los humedales de Irakse explican como una red extensa e intrincada de canales y lagunas capaces de albergar una biodiversidad exuberante. En semejante laberinto de vegetación acuática y tierra fértil, la vida florece en abundancia, proporcionando refugio a innumerables especies de aves, peces y mamíferos que han hecho de este lugar su hogar.La atmósfera es de paz y silencio, sólo interrumpido por el suave susurro del viento entre los juncos y el canto de las aves acuáticas. En la quietud de la mañana, se puede contemplar el vuelo majestuoso de las garzas y los lanzamientos en picado del Martín Pescador pío bajo un plumaje blanquinegro, mientras que en la distancia se escucha el croar de las ranas y el chapoteo de los peces.

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En estos un oasis de vida en medio del árido paisaje mesopotámico la naturaleza y la civilización coexisten en armonía, con comunidades las cuales aprovechan los recursos que les brinda la tierra y respetando su fragilidad. En las aldeas ribereñas, los pescadores y agricultores trabajan en estrecha relación con la naturaleza, utilizando antiguas técnicas de pesca y agricultura que se remontan a milenios atrás.

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Una de las cosas más llamativas de los humedales tiene que ver con un tipo de estructuras habitacionales conocidas como mudhif, que son casas de cañizo, una manifestación única de la arquitectura vernácula de la región, auténticos testigos vivientes de una tradición ancestral que, por fortuna, ha resistido las embestidas del tiempo, que no han sido pocas. Dotadas de elegancia y simplicidad se describen bajo una estructura Su estructura es esbelta y alargada, con un techo alto y abovedado que se eleva majestuosamente sobre el paisaje circundante. Hechos enteramente de juncos trenzados, estos edificios parecen emerger orgánicamente del suelo, fusionándose armoniosamente con el entorno natural de los pantanos.

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El interior de un mudhif es igualmente impresionante. La disposición de los espacios es abierta y fluida, con columnas de juncos que sostienen el techo abovedado y permiten que la luz natural se filtre suavemente a través de las paredes. En el frescor de la sombra, las comunidades se reúnen desde tiempos ancestrales para celebrar ceremonias, compartir historias y ofrecer cobijo a viajeros y lugareños que caen de paso. La cálida hospitalidad de sus gentes se engendra en estos mudhif, símbolos inequívocos de la identidad y espíritu de resistencia de los conocidos como árabes de las marismas.

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La visita rompe por completo los esquemas que uno lleva preconcebidos de Irak. Lo usual es llevar a cabo una entretenida travesía en canoa desde donde descubrir los ricos parajes de los humedales (si se hace en silencio avistar distintas especies de aves) y, si es posible, como fue nuestro caso, almorzar un buen pescado a la brasa sentados en las alfombras de un bellísimo mudhif. Muy cerca, además, pudimos acercarnos a uno de los muchos monumentos a los mártires de la guerra Irán-Irak que hay repartidos por todo el país. Una estructura mastodóntica y desvencijada de cúpula grisácea carente de mantenimiento, con una original escultura dedicada a los habitantes de las marismas.

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Lamentablemente los humedales de Mesopotamia se enfrentan a una serie de desafíos que ponen en peligro su existencia. La construcción de represas y la regulación del flujo de agua en los ríos Tigris y Éufrates, periodos de sequía cada vez más largos, así como la contaminación y el uso excesivo de agua para la agricultura, han alterado drásticamente el equilibrio ecológico de estas tierras. Además, los conflictos armados pasados, el empeño de Saddam Hussein de drenar el territorio para obtener petróleo y la consabida inestabilidad política en la región han exacerbado aún más la presión sobre las marismas, resultando en la pérdida de hábitat, la disminución de la biodiversidad y el desplazamiento de comunidades tradicionales. Se están intentando poner soluciones y muchos lugareños pudieron regresar a sus aldeas pero esperemos que no sea demasiado tarde.

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SAMARRA Y LOS MINARETES EN ESPIRAL

En todo viaje a Irak que se precie, nunca debe faltar la pieza de Samarra para ensamblar una ruta ideal en nuestro tablero. Esta ciudad situada apenas a un par de horas por carretera al norte de Bagdad, ofrece una experiencia única y profunda en la historia y cultura islámica. Aunque estuviera habitada miles de años antes, no sería hasta el siglo IX en tiempos del califa abasí Al Mutásim, quien abandonaría Bagdad para formar aquí la capital del imperio, cuando fuese fundada esta localidad cuyo significado sería algo así como «una delicia para la vista». Samarra destaca por las huellas de un patrimonio arquitectónico valiosísimo que ha perdurado a lo largo de los siglos. Así como por constituir otro de esos elementos de sacralidad chiíta, con el mausoleo de Al-Aksari o de los dos imanes, donde una cúpula dorada acoge a millones de peregrinos chiítas cada año.

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Aunque, sin lugar a dudas, el tesoro más emblemático de Samarra es la Gran Mezquita, un imponente lugar de culto que data del año 852. Este majestuoso edificio levantado bajo el mandato del califa Al Mutawakkil, representa de manera magistral la grandeza de la era abasí. Hoy, con buena parte en ruinas, ya que sería destruida por el ejército mongol, el templo religioso estaba completamente rodeado de un muro de ladrillo cocido de nada menos que 10 metros de altura y contaba con 17 puertas de entrada, ofreciendo un acceso imponente y ceremonioso. Los arcos y los nichos decorativos que aún se pueden vislumbrar hoy día revelan el esplendor artístico y la sofisticación de la arquitectura islámica temprana en la región.

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Fuera del conjunto amurallado asombra el minarete de la Gran Mezquita, conocido como el Malwiya, como un motivo que por sí solo merecería la pena el viaje a esta parte de Irak. ¡De tan inusual y hermoso incluso los mongoles se apiadaron de él! Se trata de un fascinante minarete en espiral el cual, elevándose 52 metros hacia el cielo y se yergue como un faro indestructible de la ciudad a orillas del Tigris. Aunque ascender por su rampa se trataba de una experiencia única, con la que no sólo se podía comprobar la habilidad de los antiguos constructores, sino también disfrutar de una panorámica inigualable de los alrededores, en la actualidad ya no es posible realizarlo. Si bien, admirar desde abajo esta fusión genial de arquitectura mesopotámica (que tanto recuerda a las pinturas que se realizaron de la famosa Torre de Babel) con los prodigios constructivos abasíes, no carece de grandes satisfacciones.

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Pero ahí va un buen consejo viajero. Toma nota y apúntate esto. Apenas a 25 kilómetros al norte de la Gran Mezquita de Samarra, se halla otro monumento del todo fascinante. Se trata de la mezquita de Abu Dulaf, con otro minarete en espiral como el de Samarra y que corresponde a la misma época, pues también se encontraba en el poder el califa Al Mutawakkil. Comparten diseño, aunque este alminar sea ligeramente inferior en tamaño al de Samarra. Pero también más desconocido, por lo que se puede llevar a cabo una visita más íntima y libre. Y, además, a día de hoy sí es posible ascender por su rampa menguante, aunque advierto de que, al no haber dónde agarrarse, puede dar bastante vértigo estar ahí arriba (doy fe de ello). Si se hace, más vale que sea en grupos poco numerosos porque en la cima caben muy pocas personas. Y, por supuesto, evitar hacerlo en días con viento.

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Las ruinas ambas mezquitas, así como de palacios abasíes que hay en la zona, evocan una era en la que Samarra llegó a ser uno de los núcleos más importantes del mundo islámico, con extensos patios, columnas y muros decorados, los cuales ofrecen una visión detallada de la vida religiosa y cultural de la época. Desde 2017 se encuentra en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en peligro, dado que durante un largo tiempo fue campo de batalla entre bandos contrarios, aunque actualmente los accesos están muy vigilados y hay mucha seguridad para proporcionar una visita relajada a quienes lleguen hasta aquí.

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HATRA, POSIBLEMENTE EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO MÁS ASOMBROSO DE IRAK

Una de las joyas del desierto en el noroeste iraquí. Hatra no sólo puede considerarse entre los yacimientos arqueológicos más espectaculares del país sino de Oriente Medio y del mundo antiguo (alineado con Palmira, Jerash y otras ciudades Patrimonio de la Humanidad). Situada en la vasta llanura de Jazira, Hatra floreció durante el reinado de los partos (persas) y alcanzó su apogeo entre los siglos II y III d.C. Más tarde, como capital de un reino árabe independiente, este núcleo fortificado se convirtió en un poderoso centro religioso y comercial, conocido por sus impresionantes murallas y templos, las cuales han resistido el paso del tiempo y los embates de la historia, tanto en la antigüedad como recientemente en la que, de verdad, corrió verdadero peligro.

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El esplendor arquitectónico de Hatra es inigualable. Sus majestuosos templos, dedicados a diversas deidades, revelan una notable fusión de estilos griegos, romanos, partos y mesopotámicos. Ya sólo su Gran Templo, dedicado al dios Sol, con sus columnas corintias y una entrada monumental e impactante, es capaz de dejar sin aliento a todos quienes tienen la suerte de visitarlo. La ciudad, que se encontraba rodeada por una doble muralla fortificada, no sólo servía para proteger a sus muchos habitantes sino que también servía para simbolizar la fuerza y la riqueza de este centro urbano en medio de una árida llanura.

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El valor de Hatra no reside únicamente en su magnificencia arquitectónica, sino también en su importancia histórica y cultural como encrucijada de civilizaciones, reflejando la convivencia y el intercambio cultural entre diversas culturas y religiones. Aquí, los arqueólogos han desenterrado inscripciones en arameo, griego y árabe, que narran historias de poder, comercio y devoción. Las esculturas y relieves que adornan sus templos y edificios públicos ofrecen una ventana a la vida cotidiana y a las creencias de sus antiguos habitantes.

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Sin embargo, Hatra no ha estado exenta de amenazas. En tiempos recientes, concretamente de 2014 a 2017, el sitio fue ocupado para ser uno de los cuarteles generales del autoproclamado Estado Islámico, el cual consideró sus estatuas y relieves como heréticos. Un episodio trágico despertó una ola de preocupación global por la protección del patrimonio cultural en esta y otras zonas donde se desarrollaba el conflicto. Afortunadamente, cuando el ejército terrorista fue definitivamente eliminado de la zona y se pudo por fin acceder a las ruinas de Hatra, se comprobó que los daños habían sido mucho menores de lo esperado (al contrario que Nínive y Nimrud). Algo que se advierte en agujeros de bala, dado que se utilizó como campo de entrenamiento, y el destrozo de esculturas, muchas de las cuales ya se han restaurado y puesto en su lugar original. Un esfuerzo titánico a nivel internacional que llevó a volver a dar vida a estas creaciones uniendo pieza a pieza como si de un puzzle se tratara. Hoy día el acceso a Hatra está blindado y se deben superar diversos controles de seguridad para asegurar tan valioso legado para las futuras generaciones y atraer de nuevo el turismo a la región. Algo tan necesario como tranquilizador para quienes nos adentramos por la carretera rectilínea desde la cual aún se advierten los restos de la gran batalla contra el ISIS en la zona. Mosul, la que fuera la capital del terror del Daesh, queda sólo a una hora y media de allí.

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Hatra nos permitió perdernos en este vasto yacimiento arqueológico que aparece en los primeros minutos de la película «El Exorcista» (1973). Nuestro grupo fue el único en acceder en el conjunto en toda la tarde, por lo que las masificaciones ni existen ni se las esperan a largo plazo. Exploradores de ciudad que fuera testigo de la grandeza y la caída de no pocos imperios. Caminar entre sus colosales estructuras, sentir el peso de la historia en cada piedra y contemplar las huellas de una civilización que prosperó en medio del desierto, consittuye una experiencia que ningún amante de la Historia y la Arqueología no debería perderse.

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INFORMACIÓN PRÁCTICA: Hatra es uno de esos quebraderos de cabeza para quien viaja de manera independiente, ya que se precisa de obtener los tickets de entrada previamente en la oficina de turismo de Mosul o a través de una agencia especializada. Ir, por ejemplo, de Samarra a Hatra sin entrada o de la propia Mosul a Hatra sin entrada, te supondrá darte la vuelta, ya que al primer control de seguridad en carretera, te echarán para atrás. En nuestro caso, dado que lo teníamos previsto de antemano, pudimos acceder directamente (nos llevaron las entradas justo al desvío de carretera, dado que lo tenía acordado la persona con la que íbamos).

MOSUL Y LA BARBARIE DE LA GUERRA

Hoy día decir Mosul trae a la mente algunas de las imágenes más dramáticas que representan los horrores de la guerra. Esta ciudad situada a orillas del río Tigris, a poco más de 400 km al noroeste de Bagdad, en su día fue un vibrante centro económico, cultural y religioso dentro de Irak. Levantada dentro que fue la bíblica Nínive, capital de los asirios y de los famosos palacios de Asurbanipal, de imponentes y milenarias murallas, llegó a estar entre las más ricas y prósperas de todo el Medio Oriente. Con musulmanes, cristianos, judíos e incluso yazidíes paseándose durante siglos por los mismos barrios y las mismas calles, los mismos bazares. Pero cuando fue tomada en 2014 por el Estado Islámico para constituir aquí la capital del califato, esta metrópoli se tiñó de negro, convirtiéndose en auténtico infierno de radicalidad e intolerancia que vería ceñir los sables contra sus propios habitantes, quienes se vieron envueltos en una nueva Edad Media en pleno Siglo XXI con el mundo como testigo desde el televisor.

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Bajo el dominio de ISIS, Mosul se convirtió en un símbolo de terror y opresión. Los residentes vivieron durante años bajo un régimen de extrema brutalidad, enfrentando ejecuciones públicas, violaciones y determinando una destrucción planificada del patrimonio cultural. Bajo la más estricta imposición de la Sharia, todos fuimos testigos de la destrucción del icónico museo de Mosul, con los leones alados asirios y otras estatuas o artefactos encargados de narrar la rica historia de Mesopotamia, siendo despedazados (de manera televisada) así como vendidos en el mercado negro para financiar su oscuro régimen. La Biblioteca de la Universidad de Mosul, una de las más importantes del país, fue incendiada, dejando como resultado la pérdida irreparable de miles de manuscritos y libros raros. En apenas tres años cayeron catedrales, iglesias e incluso mezquitas de la rama chií. El minarete torcido de al-Nuri, uno de los símbolos más reconocibles de la ciudad, fue volado por los terroristas, sabedores que nada mejor que destruir las huellas de un pasado glorioso para eliminar cualquier hálito de futuro.

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La batalla para retomar Mosul, que se inició en octubre de 2016 y terminó en julio del año siguiente, fue una de las más feroces de la lucha contra ISIS. Las fuerzas iraquíes, apoyadas por una coalición internacional, se enfrentaron a una resistencia encarnizada. Los combates calle por calle y los bombardeos aéreos transformaron partes de la ciudad en escombros. El casco antiguo de Mosul, con su laberinto de callejuelas y edificios históricos, sufrió daños irreparables.La liberación de Mosul en julio de 2017 trajo esperanza a la región y al mundo, pero también expuso la verdadera magnitud de la devastación. Y, si bien, la reconstrucción de la ciudad por parte de organizaciones internacionales y locales, está siendo una tarea monumental que se va llevando con gran celeridad, cargada de desafíos no sólo en cuanto a la recuperación de de monumentos sino también de infraestructura, servicios básicos y la renovación de un tejido social traumatizado, resulta evidente describir nuestro paso por Mosul como un triste trance del que aún me cuesta articular palabra.

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Pasear por el casco viejo de Mosul puede ser lo más parecido hoy día a lo que supondría pasear por las calles de Varsovia en 1945. Distintos protagonistas pero el mismo infierno, idéntica tragedia humana. Un laberinto de muros abatidos, de intolerancia y puertas que ya no llevan a ninguna parte. El centro histórico aún huele a humo y a la más pura desolación. Impactan los silencios de callejuelas y casas donde hace no tanto se verían niños jugando y gente acudiendo a su trabajo, a comprar al bazar o al rezo diario. Los orificios de bala y los agujeros producidos por las bombas se encargan una y otra vez de recordarte que la historia se continúa repitiendo. Un calendario colgado de la pared de lo que parecía una cocina, sigue congelado en 2017 cuando ya no quedaba nadie para cambiarle de hoja y de fecha.

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Pero debo decir que, a pesar de todo, el espíritu resiliente de Mosul se mantiene. Cada día que pasa la lucha por restaurar la ciudad y su dignidad, revivir su herencia cultural, está permitiendo que vuelvan a florecer algunos monumentos históricos. Las calles y bazares fuera del centro histórico se recuperan a pasos agigantados. Las terrazas están llenas y las noches son a ritmo de narguile, fútbol y humo de los puestos que dan de cenar a los lugareños. Parece mentira, pero la ciudad, una vez más, busca levantarse de las cenizas, renovando su compromiso por un deseo compartido, volver a vivir en paz.

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SOBRE NÍNIVE: Probablemente el yacimiento asirio de Nínive se trate el lugar arqueológico más dañado por parte del Estado Islámico junto a Nimrud. Buena parte de las murallas fueron hechas añicos con máquinas excavadoras. De ahí que la visita en estos momentos pueda consistir apenas en saber dónde estaban los restos. Afortunadamente equipos de arqueólogos han vuelto a la zona y se están llevando a cabo labores de restauración y excavación, por lo que es posible que en algunos años se pueda volver a visitar Nínive y acceder al punto donde se hallaba, por ejemplo, la Biblioteca de Asurbanípal, el rey que hizo atraer a su palacio todo el saber en forma de tablillas de escritura cuneiforme que había en el reino, lo que sirvió a los investigadores para saber mucho más no sólo sobre los asirios sino también poder descifrar infinidad de incógnitas sobre todas y cada una de las civilizaciones de la Antigua Mesopotamia.

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ERBIL, LA CAPITAL DEL KURDISTÁN IRAQUÍ

Entre Mosul y Erbil existen apenas 80 kilómetros de distancia, lo que viene siendo aproximadamente hora y media de carretera. Pero, sin duda, mucho más separa ambos puntos. Porque, en el momento crucial en el cual se atraviesa la frontera del Irak Federal con el Kurdistán iraquí, la sensación de cambio de país es absoluta. Y es que el Kurdistán (en lo que a la parte de Irak se refiere, ya que en Turquía, Irán o Siria la situación de los kurdos es menos benévola) goza de máxima autonomía, contando con su propio parlamento, presidente y primer ministro. Por no hablar de las diferencias culturales y lingüísticas, que eso es aparte y fundamenta el afán de los kurdos por dejar de ser el mayor pueblo sin estado. Pero también se agrandan las diferencias a nivel económico, más elevado en el Kurdistán que en las demás regiones administrativas iraquíes, o de infraestructuras, con un paso por delante dado que esta no ha vivido de similar forma los estragos de las últimas guerras en esta parte del mundo. De hecho, la Constitución de la República Federal de Irak establece que el Kurdistán iraquí se trata de una entidad federativa reconocida por ésta así como por las Naciones Unidas. Y el paso hacia la independencia definitiva parece cuestión de tiempo (otra cosa será con los demás fragmentos en otros países). Los visitantes que acceden a Irak, por ejemplo, por la zona kurda y después quieren pasar al resto de gobernaciones requerirán dos visados diferentes, kurdo e iraquí. Mientras que si se accede por Bagdad u otras ciudades de la República Federal, no se les exige más que el visado propiamente iraquí.

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Erbil, la capital de la región, se expande en torno a su ciudadela, muestra viva de ser el asentamiento habitado de manera constante más más antiguo del mundo, con una historia que supera los 6.000 años. A partir de aquí la ciudad creció a lo largo y a lo ancho, pero respetando la ciudadela sobre la colina con características murallas otomanas y custodia del saber de múltiples civilizaciones y reinados. A partir de ese dato se puede decir que este destino ofrece a los visitantes una mezcla fascinante de antigüedad y modernidad, una riquísima herencia cultural dentro de una metrópolis en constante crecimiento donde se supera el millón y medio de habitantes.

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Por supuesto, el lugar más interesante de cuantos se deben visitar en Erbil es su imponente y ya mencionada ciudadela, un sitio histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2014. Esta fortaleza de muralla circular ha sido continuamente habitada a lo largo de los siglos y ofrece una magnífica visión de la historia de la región, aunque la superficie que se recorre es más bien de tiempos de los otomanos y no se aprecian a simple vista restos de las otras civilizaciones que allí estuvieron. Lleva años en profunda restauración (y la visitamos tras dejarnos pasar un guardia) aunque siguen viviendo familias en el conjunto histórico para seguir ostentando el récord Guinness de ciudad habitada de seguido durante más tiempo (aunque hay otras que también se postulan para dicho honor).

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Erbil también es conocida por su vibrante vida urbana. Justo bajo la ciudadela destaca la plaza (Bakhi Shar Park) alrededor de cuyas fuentes se congregan locales y visitantes. El ambiente cada día es magnífico, sobre todo cuando se pone el sol y llega la noche. A su lado queda el gran bazar de Qaysari, un lugar que jamás debe faltar en el itinerario por la ciudad. Este mercado tradicional de laberínticas galerías es un bullicio de actividad, donde se pueden encontrar desde especias aromáticas y textiles coloridos hasta artesanías locales. Un espacio abovedado, fresco e idóneo para empaparse de la cultura local, probar cosas ricas, interactuar con los residentes y, cómo no, llevarse a casa un recuerdo auténtico de la región, aunque no se trate de un mercado turístico con las típicas tiendas de souvenirs. De ahí también su encanto, ¿no es así?.

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Pero además de la ciudadela, Bakhi Shar Park y su Gran Bazar, ¿Qué otros lugares conviene señalar en una visita a Erbil?

Minarete Choli o de Muzzafar

Erbil maneja con maestría su idilio con los parques y zonas verdes donde tiene a bien respirar la metrópoli. Uno de los espacios de este tipo de los que presumen los ciudadanos de la capital del Kurdistán iraquí recibe el nombre de Minare Park, denominación que se encarga de explicar un resto valioso de su pasado abasí, el minarete de Muzzafar al Din. También conocido popularmente como el minarete Choli, este icónico elemento perteneciente a una mezquita ya inexistente se eleva desde un rincón solitario un fragmento de 32 metros. Construido durante el reinado de Muzzafar, quien fuera cuñado del famoso Saladino en pleno siglo XIII, quien resistió una primera acometida del ejército mongol, destaca por sus paredes de ladrillo de un intrincado diseño y ornamentado con diversas formas geométricas, testimonio de la maestría arquitectónica de los tiempos de los abasíes. De lo poco, en realidad, que sobrevive del crecimiento medieval de la ciudad de Erbil más allá de la propia ciudadela, levantada sobre múltiples etapas históricas.

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Mezquita Jalil Khayat

A un par de kilómetros al norte de la ciudadela de Erbil, no conviene dejar pasar por alto la que probablemente se trate de la mezquita más bella y asombrosa de todo el Kurdistán iraquí. Monumento que no destaca precisamente por su antigüedad, pues su fundación corresponde al año 2007, como quien dice «antes de ayer». Pero, tanto por fuera y, sobre todo, en el interior, atesora la grandeza visual e impacto de mezquitas espléndidas como la azul, la de Solimán en Estambul o la de Mohammed Alí en El Cairo. Pues resulta evidente la inspiración arquitectónica y conceptual de algunas de las grandes mezquitas sunitas de la época otomana, combinando en diseño elementos de la tradición islámica en la región con la majestuosidad y luminosidad de sus predecesoras.

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El exterior de la mezquita suena como una delicada sinfonía de cúpulas y minaretes alzándose con afán hacia los cielos de Erbil, creando una silueta inconfundible. Si bien, el premio lo alcanzamos al atravesar el umbral de su gran portón central y acceder, por fin, al precioso interior del templo. Allí fuimos recibidos por un vasto y sereno espacio de oración donde destaca en el suelo su inmensa alfombra y, mirando hacia arriba, una gran cúpula central decorada con un maravilloso embrollo de mosaicos, mientras que los arcos que sostienen las columnas alternan de manera repetida dovelas blancasyrojas, mismo recurso que en la mezquita de Córdoba, creando un ambiente de reverencia y espiritualidad. La luz natural filtrada a través de las ventanas de vidrio coloreado, se encarga de proyectar, sobre todo durante primera hora de la mañana y última de la tarde, un caleidoscopio de colores suaves sobre las paredes de la mezquita.

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Museo de las civilizaciones

Dicen que siempre en los lugares que te enamoran, conviene dejarse algo, aunque sea para tener un buen motivo para volver. En mi caso estoy convencido de que si regreso a Erbil incluiré en la lista de imprescindibles a su museo de las civilizaciones. Un museo mucho más pequeño, por ejemplo, que el de Bagdad, pero que también regala una profunda inmersión en la rica historia de la región a través de salas de exhibición. Una dedicada a la prehistoria hasta el comienzo del segundo milenio antes de Cristo, incluyendo piezas del Paleolítico, así como de las culturas de Jarmo, Halaf, Samarra, Ubaid, Uruk, Eridu, el período acadio y neo-sumerio, con algunos artículos del período babilónico antiguo. En la segunda los visitantes pueden contemplar artefactos de los períodos Urartiano, Hurrita, Asirio, Seleúcida y Hatra, proporcionando una visión detallada de la evolución cultural y artística de estas civilizaciones. Finalmente, la tercera sala se centra en las épocas Sásanida e Islámica, destacando principalmente el período abasí que floreció en la región. De la única etapa de la que no tienen objetos expuestos es la neobabilonia.

ALGUNAS VISITAS RECOMENDADAS EN EL KURDISTÁN IRAQUÍ

Erbil, con hoteles de categoría y restaurantes de todo tipo de cocinas tanto de Oriente Medio como del mundo, algunos muy modernos, permite tener a esta ciudad como excepcional base para llevar a cabo una ruta (incluso para varios días) por la región del Kurdistán iraquí. Algo que nosotros tuvimos ocasión de hacer dentro de una jornada donde seleccionamos algunos lugares que bien merecen la pena. Y donde los paisajes cambiaron de manera rotunda, pues pasamos de las áridas llanuras del medio oeste iraquí a las verdes montañas y frondosos valles del Kurdistán, salpicado de saltos de agua y con picos nevados a la vista mientras pequeñas mezquitas de estilo otomano jalonan las laderas que comparten con osos, lobos y un gran catálogo de especies de faunas que habitan esta parte del país.

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He aquí una selección y breve comentario de los lugares que visitamos dentro del Kurdistán iraquí:

Cueva de Shanidar

La cueva de Shanidar, ubicada a unos 120 kilómetros al noroeste de la ciudad Erbil, representa uno de los espacios de mayor importancia en cuanto a la época prehistórica se refiere. Y es que en esta cueva se hallaron restos de neandertales que vivieron hace unos 80.000 años, permitiendo abrir una ventana crucial a la vida y las costumbres de estos antiguos humanos a través de la investigación por parte, sobre todo, del arqueólogo estadounidense de origen polaco, Ralph Solecki. Los hallazgos en Shanidar, un abrigo rocoso en un entorno absolutamente bucólico, incluían esqueletos enterrados con flores, lo que por primera vez sugerían prácticas funerarias de la especie hom*o neanderthalensis, algo que y desafiaba las percepciones anteriores sobre la complejidad y capacidad cognitiva de éstos, a los que no se les suponía existencia de ritual simbólico alguno. Asímismo muestra el encuentro y relación entre ambas especies, Neandertales y hom*o Sapiens. Por lo que se puede decir que la cueva, todo un icono dentro del Kurdistán iraquí, no sólo resulta interesante para arqueólogos y antropólogos, sino que también resulta un destino fascinante para las personas viajeras interesadas en perseguir las huellas de la evolución humana. Así como de disfrutar de parajes magníficos. La subida a la cueva, que no conlleva más de quince minutos, promete vistas espectaculares y cuenta con áreas donde sentarse a contemplar un entorno fastuoso que, en nuestro caso, rompía por completo con los paisajes de los que veníamos.

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Cascada de GeliAli Beg

A 15 kilómetros de Rawandiz, hacia donde nos dirigíamos, llevamos a cabo una breve parada en esta cascada que cae con gran fuerza. Para acceder hasta ella tuvimos que descalzarnos porque el paseo desde el acceso principal estaba completamente inundado. Cuenta con sitios para tomarse algo y los kurdos acuden en masa, sobre todo los fines de semana y festivos, aunque hay un ambiente bastante más sosegado que la cascada Bekhal (que mencionaré más adelante).

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Cascadas de Kani Maran

Poco después de éstas también nos detuvimos en las cascadas de Kani Maran, rodeadas de montañas y cubiertas de una vegetación exuberante. Los meses de marzo y primeros abril, con el deshielo, cuentan con más agua, por lo que visualmente resultan más atractivas.

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Rawandiz

Particularmente fue lo que más me gustó de nuestra ruta por el Kurdistán iraquí. Situada a unos 115 kilómetros al noreste de Erbil se explica a través de sus impresionantes cañones dentro de un entorno montañoso de verde intenso. Los cañones de Rawandiz, con sus profundos desfiladeros y escarpadas paredes rocosas, ofrecen vistas espectaculares que quitan el aliento, más cuando ves cómo los pueblos desafían el vértigo quedando al filo del acantilado. Paisajes dramáticos y extremadamente fotogénicos, amantes de la aventura y el senderismo, proporcionando rutas desafiantes y vistas panorámicas que recompensan cada paso. Sin olvidar que la región de Rawandiz cuenta con una rica historia y cultura, ya que durante siglos fue punto de encuentro de antiguas rutas comerciales así como hogar de diversos grupos étnicos y culturales a lo largo de los siglos. De ahí que la combinación de su geografía asombrosa y su patrimonio cultural clo convierta en un destino fundamental para quienes deseen explorar las maravillas naturales y la historia profunda del Kurdistán.

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Cascada Bekhal

Un clásico en todas las visitas al Kurdistán. A sólo un cuarto de hora de Rawandiz, sería un lugar aún más espectacular de lo que parece si no fuera por «la verbena turística» de mal gusto que desnaturalizó esta hermosísima cascada. Lamentablemente un lugar panorámico excelso que no necesitaba de aderezos ha pasado a ser un circo. Muy visitado, eso sí. Al menos compensan los pliegues anticlinales formadas por fuerzas tectónicas compresivas que actúan sobre las capas de roca, empujándolas y doblándolas como si de arcos se tratasen. Geológicamente hablando el área es un portento.

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Shaqlawa

Shaqlawa, situada a unos 50 kilómetros al noreste de Erbil, es una pintoresca ciudad en el Kurdistán iraquí, conocida por su clima fresco propio de los mil metros sobre el nivel del mar en el que se encuentra, una exuberante vegetación y bonitos paisajes montañosos. Este destino turístico popular muy transitado por los capitalinos que buscan temperaturas más amables durante los meses de calor, combina la tranquilidad de un entorno natural con la vibrante cultura kurda, sobre todo cuando llega la noche. Y es que el ambiente nocturno en Shaqlawa, sobre todo durante los fines de semana, parece capaz de atraer la presencia popular gracias a sus numerosos cafés y restaurantes al aire libre. Las calles se llenan de vida, sobre todo en torno a su animado mercado nocturno donde se general la mayor parte del trasiego de los visitantes.

PARA LA PRÓXIMA VEZ EN EL KURDISTÁN IRAQUÍ…

Akre

A sólo 120 km de Erbil y desplegada a lo largo de ladera montañosa, Akre, antes conocida como la ciudad de alabastro, debe su fama a diversos motivos. Con antiguas mezquitas, iglesias y casas tradicionales, narra la historia de una convivencia multicultural milenaria ya que siempre siempre fue un cruce de caminos para diversas civilizaciones.

Pero la importancia de Akre también radica en sus festividades culturales, especialmente la celebración del Newroz, el Año Nuevo kurdo. Durante esta fiesta, miles de personas se reúnen en la localidad para participar en procesiones con banderas, danzas tradicionales así como encender hogueras y fuegos artificiales con los que iluminar las montañas, creando un espectáculo visual impresionante, para dejar al mundo un mensaje de unidad y orgullo para todos los kurdos.

TEST RÁPIDO SOBRE VIAJAR A IRAK

Aquí tenéis una lista de preguntas y respuestas cortitas y al pie con alguna información práctica y útil para viajar a Irak:

  • ¿Hace falta visado para viajar a Irak?–> En efecto, es necesario, pero, afortunadamente, la política de visados iraquíes se ha relajado y desde 2021 permite a los ciudadanos de ciertos países obtener un visado a su llegada (visa on arrival) en los aeropuertos internacionales por los cuales se accede a este país. Estos serían: Todos los estados miembros de la Unión Europea, entre los que se encuentra España, por supuesto. Reino Unido, Suiza, Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda, Japón, Corea del Sur, Rusia o China también son países cuyos ciudadanos pueden optar a sacarse el visado en el propio aeropuerto. El coste de dicho visado es de 80 dólares (aceptan también euros, aunque no te devolverán cambio, te cobrarán los 80). Quienes no estén en esta lista deben gestionar su visado en la embajada más cercana aunque necesitarán una carta de invitación o trámite llevado a cabo por la agencia local con el Ministerio del Interior de Irak, lo que resulta tedioso.Los viajeros deben asegurarse de que sus pasaportes tengan una validez de al menos seis meses a partir de la fecha de entrada y, aunque no lo suelen pedir, pueden necesitar proporcionar documentos adicionales, como prueba de alojamiento y algún detalle sobre el itinerario o el billete de salida. Es algo inusual, realmente.NOTA: Si se accede por el Kurdistán, se exigirá otro visado diferente, por lo que si se va a ir a la República Federal de Irak conviene entrar primero por Bagdad o Basora, por ejemplo, y después ir al Kurdistán. De ese modo evitarás pagar por dos visados.Es aconsejable verificar la información más reciente con la embajada o consulado de Irak antes de viajar, ya que las políticas de visado pueden cambiar.
    • Correo: info@embajadadeirak.net
    • Teléfono: 913882724 o 913885980
    • Dirección: C. Carril del Conde, 56, 28043 Madrid.

Ruta con lo mejor que ver en Irak - El rincón de Sele (108)

  • ¿Qué aerolíneas vuelan a este destino?–> Las más usuales son Turkish Airlines o Pegasus (vía Estambul), aunque también vuela la local Iraqi Airways desde otros muchos puntos. Se puede llegar también con Egypt Air desde El Cairo. Un buen consejo es entrar por Bagdad o Basora (al sur) y salir por el norte (Erbil) para reducir trayectos.

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  • ¿Cuántos días son recomendables como mínimo para este viaje?–> Mínimo diez días, aunque recomiendo un par de semanas para alcanzar los sitios más relevantes tanto de Irak como de la zona del Kurdistán.

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  • ¿Irakes un destino seguro?–> En estos momentos el destino está en uno de los momentos más estables de su historia reciente. Se han creado corredores de seguridad y se están llevando a cabo visitas turísticas con absoluta normalidad. Hay numerosos controles tanto por carretera como a la hora de acceder a determinados monumentos. Por supuesto, conviene estar atentos a los nuevos acontecimientos y siempre, más en este caso, se aconseja llevar un buen seguro de viaje (recomiendo IATI, con un descuento para seguidores de El rincón de Sele).

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  • ¿Es obligatoria alguna vacuna?–> Ninguna en estos momentos, ni si quiera exigen certificado de vacunación Covid-19.
  • ¿Se puede hacer por libre o por agencia?–> Se puede hacer por libre, pero dadas las dificultades para acceder a determinadas zonas, en la actualidad recomiendo contratarlo por agencia.

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  • ¿Cuál es la mejor época del año para visitar Irak?–> Noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo y abril son los meses con mejor temperatura. Los demás resultan extremadamente calurosos.
  • ¿Hay algún código de vestimenta?–> Irak no es un país muy estricto en cuanto a código de vestimenta. Al contrario que Irán, no exige el velo a las mujeres. Si bien, por respeto se recomienda evitar ropa corta o reveladora. Para las mujeres, se sugiere cubrir los hombros y las piernas por debajo de la rodilla. También a los hombres se espera no utilizar pantalones cortos. La cosa cambia en el entorno de los mausoleos de Kerbala y Náyaf, visitados por millones de peregrinos chiítas, donde se exige un mayor recato en cuanto a vestimenta. Mientras se visiten dichos centros religiosos las mujeres deben ir cubiertas, pelo incluido.

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  • ¿Cómo tener internet en el móvil desde el principio? –> En mi caso me llevé una eSIM (tarjeta virtual que dejé ya instalada en el teléfono móvil antes de salir) para funcionar aquellos días. ¡Y tenía buena red en todas partes! Puedes adquirirla aquí con rebaja. Eso sí, añade el código descuento elrincondesele.
  • ¿Organizarás más viajes a Irak con lectores de El rincón de Sele?–> ¿La verdad? Me encantaría. No descarto en absoluto volver. Si quieres formar parte de uno de los que se lancen, ponte en contacto conmigo.

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No me gustaría cerrar este escrito sin agradecer, por un lado, la confianza de X-Plore en este proyecto, el saber y buen hacer de mi amigo Francesc Bailón. Y, cómo no, la actitud y amistad del grupo de grandes personas que acudieron a este viaje y, sin las cuales, nada hubiera sido posible. Hazael, Juan Ramón, Gloria y Luis, Reyes y Xosé, Belén, Nuria, Teresa o Mar… para vosotro va dedicado este artículo/guía para futuros viajeros a Irak. Con vosotros se abrió un camino muy importante. Y eso es algo que no olvidaré en la vida.

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¡Salud y viajes!

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